TERMINOLOGÍA SOBRE DISCAPACIDAD
Término más adecuado: Persona con discapacidad
“Ante todo somos personas, y no queremos que se nos etiquete, puesto que nuestra discapacidad es una característica más de todas las que tenemos, no lo único por lo que se nos debe reconocer”.
Por eso es importante anteponer la palabra “persona” y lo más aconsejable es utilizar el término “persona con discapacidad” y no “discapacitado”.
Las personas no son “discapacitadas”, sino que tienen una discapacidad.
A esta situación se le añade un entorno que no permite una igualdad de oportunidades real y efectiva, bien por falta de accesibilidad universal, bien por falta de voluntad y compromiso por parte de algunos sectores de la sociedad.
Términos no adecuados:
Inválido, minusválido, disminuido, retrasado, tullido, mutilado…
Además del argumento anterior (“ante todo somos personas y no queremos etiquetas”), se añaden connotaciones negativas que incorporan estos términos en su significado o utilización.
Estos términos son peyorativos y vulneran la dignidad de las personas con discapacidad, al atribuirse un nulo o reducido valor a una persona, o utilizarse generalmente con elevada carga negativa.
Es importante no herir con nuestras palabras a otras personas, no menospreciar ni minusvalorar sus capacidades, aunque a veces no son las palabras empleadas sino la intención con la que se emplean.
Términos desaconsejados:
“Diversidad funcional”, “otras capacidades”, “capacidades diferentes”
COCEMFE considera que estos términos son eufemismos, cargados de condescendencia, que generan confusión, inseguridad jurídica y rebajan la protección que todavía es necesaria.
Todos/as somos diversos/as, la diversidad es aplicable a todas las personas. Por tanto, además de ser ambiguo, hace invisible a este grupo social y oculta su realidad.
No utilizar la discapacidad como sustantivo
En lugar de sustantivar adjetivos, debemos utilizar otros términos absolutos, poniendo la palabra “persona” delante. Por ello, debemos huir de mencionar a las personas con discapacidad como “el discapacitado, la ciega, los epilépticos, una tetrapléjica”, etc. y hacerlo de la siguiente manera: persona con discapacidad, con ceguera, con epilepsia, con tetraplejia. Tampoco se deben utilizar los términos “discapacitado orgánico” o “discapacitado físico” sino “persona con discapacidad orgánica” o “persona con discapacidad física”.
No utilizar descripciones negativas o sensacionalistas
Debemos eliminar las descripciones negativas o sensacionalistas de la discapacidad de una persona. No diremos “sufre de”, “una víctima de”, o “padece de”. Por ejemplo, una persona no “padece fibrosis quística”, sino que “tiene fibrosis quística.
Estas acepciones suscitan una compasión no deseada, y lo que deseamos obtener no es eso sino una aceptación social fundada en el respeto hacia sus derechos como ciudadanos y ciudadanas. Tampoco se deben utilizar expresiones como “postrado en una silla de ruedas”, “condenado a…”, sino “persona en cama” o “persona usuaria de silla de ruedas” o que “utiliza silla de ruedas”.
Normales somos todos/as
En lugar de usar el término “normal” para referirnos a las personas sin discapacidad, es preferible decir “personas sin discapacidad” o “el resto de la población”, si es necesario hacer comparaciones.
El lenguaje no es neutral. El uso y la intencionalidad que se le dé pueden modificar el significado de muchas palabras. Con el lenguaje se puede integrar o marginar.
Palabras anticuadas, inexactas o inapropiadas pueden servir para perpetuar imágenes sociales negativas y estigmatizar a personas o grupos. Así mismo, palabras con significados imprecisos y/o abstractos pueden invisibilizar a las personas con discapacidad, difuminándolas con términos que persiguen obviar o negar la diferencia, pretendiendo una homogeneización de toda la sociedad. Por ello consideramos sumamente importante cuidar el lenguaje que se utiliza, en nuestro caso concreto, al referirnos a las personas con discapacidad.