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¿Existe la educación perfecta?

¿Existe la perfección al educar?

No, y además no podemos exigir a los niños la perfección  ni pretender serlo nosotros.

Todos cometemos errores. Una equivocación nos enseña nuestras debilidades y nos permite ver el camino para alcanzar nuestras fortalezas. En este sentido, hay que buscar el equilibrio donde el niño sea capaz de equivocarse y aprender de los errores, pero no para buscar la perfección, sino para superarse a sí mismo cada día un poquito más.

No busques ser perfecto/a, busca mejorar

Entra dentro de lo humano  tener días mejores y días peores, encontrarnos emocionalmente más estables y otros más inestables,  pero sin duda, trabajar por la mejoría es lo que nos hará avanzar.

Todos somos imperfectos, y debemos defender la de nuestros hijos e hijas.

Educar para ser feliz, significa vivir en un mundo donde las emociones son las protagonistas, donde la empatía y la asertividad deben estar siempre unidas de la mano. Donde los niños sepan ponerse en el lugar de otros, pero primero, deberán conocerse a sí mismos, valorarse y respetarse. Un camino en el que la disciplina positiva ayudará a lograr todo este recorrido.

Aquel que educa a los niños en felicidad tiene presente cada día el valor de las sonrisas y las muestras de cariño con los más pequeños. Estos gestos cotidianos van nutriendo, sin duda, el bienestar de los futuros adultos en que los hijos se convertirán.

Sería interesante desterrar la culpa de nuestra labor educativa y animarnos a aprender, crecer y vivir al lado de nuestros hijos, para enseñarles a aprender, crecer y vivir. Tenemos en nosotros todo lo que nuestros hijos necesitan de sus padres: vida, amor, ganas, protección, seguridad, ternura y, sí, también errores y aprendizajes.

Nuestros hijos son muy importantes, pero no deben ser lo único. Parece importante hacerles saber que tenemos un proyecto propio, cuidarnos para cuidar mejor, ocuparnos de crecer para ayudarles a crecer. Cuidemos nuestra propia vida.

Debemos dedicarnos a crear nuestras personales expectativas de vida y no intentar hacer de la vida de nuestros hijos e hijas la nuestra. Busca tu objetivo vital y ayuda a tus hijos a conocer el suyo.

Trabaja en liberarte de esta búsqueda de la perfección y acércate más a la imperfección basada en el respeto por uno mismo/a.

 

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