¿Qué son las creencias negativas?
Las creencias negativas son pensamientos o convicciones que tenemos sobre nosotros mismos, los demás o el mundo que nos rodea, y que suelen ser perjudiciales. Estas creencias pueden surgir en diferentes momentos de nuestra vida y, aunque a menudo parecen inofensivas, pueden tener un impacto profundo en nuestra salud mental y emocional.
Es decir, son percepciones distorsionadas que nos llevan a ver la realidad de una manera pesimista. Por ejemplo, pensar «no soy lo suficientemente bueno» o «nunca tendré éxito» son creencias que pueden limitar nuestras acciones y decisiones y pueden surgir a partir de experiencias pasadas, influencias familiares, traumas o incluso comentarios de personas cercanas.
¿Por qué aparecen?
Las creencias negativas suelen desarrollarse en la infancia o adolescencia, cuando estamos en una etapa de formación de nuestra identidad. Así, situaciones como el bullying, la crítica constante o la falta de apoyo emocional -entre otras- pueden contribuir a la creación de estas creencias. También pueden surgir en momentos de estrés o crisis, donde la mente busca una forma de protegerse, aunque a menudo lo hace de manera contraproducente.
¿Cuándo se manifiestan?
Estas creencias pueden aparecer en cualquier momento, pero son más evidentes en situaciones de desafío o cambio. Por ejemplo, al enfrentarnos a una nueva oportunidad laboral, es común que surjan pensamientos como «no estoy preparado» o «no me van a elegir». En momentos de fracaso o rechazo, estas creencias pueden intensificarse, llevándonos a una espiral de autocrítica y desánimo.
Consecuencias de las creencias negativas
Las creencias negativas pueden tener un efecto devastador en nuestra vida diaria. Pueden afectar nuestra autoestima, nuestras relaciones interpersonales y nuestra capacidad para alcanzar metas. A menudo, estas creencias nos llevan a evitar situaciones que podrían ser beneficiosas, perpetuando un ciclo de aislamiento y frustración. Además, pueden contribuir a problemas de ansiedad y depresión, ya que nos hacen sentir atrapados en una narrativa negativa sobre nosotros mismos.
Ejemplos de creencias negativas
«No soy digno de amor»: Esta creencia puede hacer que evitemos relaciones cercanas, por miedo a ser rechazados o a no ser aceptados.
«Siempre fracaso en todo lo que hago»: Esta idea puede llevarnos a no intentar nuevas oportunidades, limitando nuestro crecimiento personal y profesional.
«No tengo control sobre mi vida»: Creer que somos víctimas de las circunstancias puede generar una sensación de impotencia y desesperanza.
«Los demás son mejores que yo»: Esta comparación constante puede afectar nuestra autoestima y hacernos sentir inferiores.
Es importante recordar que todos tenemos creencias negativas en algún momento de nuestras vidas. Lo esencial es reconocerlas y trabajar en ellas. Por eso la terapia puede ser un gran paso para desmantelar estas creencias y reemplazarlas por pensamientos más positivos y realistas. La terapia cognitivo-conductual o el EMDR, por ejemplo, son dos herramientas efectivas para identificar y desafiar estas creencias.
En conclusión, las creencias negativas son parte de la experiencia humana, pero no tienen que definirnos. Con el apoyo adecuado y un poco de autocompasión, podemos aprender a vernos a nosotros mismos y al mundo de una manera más equilibrada y positiva. ¡Nunca es tarde para empezar a cambiar nuestra narrativa!